domingo, 18 de julio de 2010

El feminismo de género y la ONU

- Dale O’Leary

Han vuelto las feministas radicales; se refugian en lugares de poder y están decididas a implementar una nueva versión de su revolución: la agenda de género. Descubrir que existe un movimiento activo para implementar mundialmente cuotas cincuenta/cincuenta-hombre/mujer puede sorprender mucho a quienes piensan que la discriminación positiva es una idea caduca.

Las feministas militantes han aprendido de sus derrotas. Como no pueden vender su ideología radical a las mujeres normales, le han cambiado el envoltorio. Ahora se cuidan mucho más de manifestar sus verdaderas agendas. Han conseguido posiciones de poder en las instituciones existentes. Pretenden lograr sus objetivos no mediante la confrontación directa, sino cambiando el significado de las palabras. El envoltorio puede ser diferente, pero los contenidos siguen siendo igual de inaceptables.

Escuchar a las feministas
Intrigada por las que me parecían contradicciones obvias en la ideología feminista, decidí investigar el feminismo y leí a las escritoras feministas más populares.
La mayoría de los libros que leí tenían un tema común: Los hombres son monstruos y las mujeres, siempre y en todo lugar, han estado oprimidas. El peso de esta evidencia podría haber sido convincente (ciertamente ha hecho que muchos se conviertan a la causa feminista), sin embargo, a mí no me convenció, pues lo que decían era contrario a mi experiencia.
Aunque no era tan ingenua para creer que mis experiencias positivas eran universales, no puede deshacerme de la sospecha de que la escritoras feministas eran propensas a universalizar sus propias experiencias negativas.

Comprender el dolor
Soy escéptica sobre las teorías históricas de talla única, y particularmente escéptica sobre la teorías conspiranoicas de la historia; además, encuentro insultante la teoría feminista de la opresión universal de las mujeres. Simplemente me niego a creer que todas mis antepasadas y mujeres del mundo habían sido tan estúpidas para dejarse esclavizar y abusar, o que todos los hombres del mundo eran tan inteligentes que habían sido capaces de crear colosal conspiración. Conozco a demasiadas mujeres inteligentes.

Es cierto que la historia está llena de casos de abuso de las mujeres, privación de sus derechos y violencia contra ellas, pero también está llena de abuso, violencia y privación de derechos de los seres humanos en general. Los hombres, las mujeres y los niños han sido víctimas en todas las épocas. Cuando se ha abusado de las mujeres, no ha sido necesariamente por ser mujeres.
Nadie puede negar que las mujeres han sufrido, pero la ira por el abuso de las mujeres no soluciona el problema. Estar de acuerdo con las feministas en que las mujeres han sufrido no significa aceptar que ellas tienen la solución para terminar con ese sufrimiento. Las feministas ofrecen soluciones radicales cuando bastarían cambios bastante más simples. Una mujer que acude al médico con un dedo infectado busca una solución sencilla, no que le amputen el pie. Es verdad que una guillotina solucionaría el problema de las migrañas, pero la mayoría de las personas no la considerarían una solución viable.
Al leer los relatos feministas de abuso emocional, físico y sexual de las mujeres, una tiene la impresión de que las feministas se identifican con las mujeres que sufren porque ellas mismas han sufrido. Sin embargo, nos debemos preguntar si es el sufrimiento el que hace feminista a una mujer o es la incapacidad de gestionar ese sufrimiento. Muchas mujeres han tenido vidas difíciles y han sufrido un abuso terrible, pero han sido capaces de perdonar y de continuar con sus vidas. Han aprendido a transformar la adversidad en triunfo.
Las feministas a las que leí estaban obsesionadas con comentarios que harían reír a otras mujeres. Parecen incapaces de distinguir el humor masculino del abuso masculino. No pueden olvidar el más ligero insulto y de ningún modo lo van a perdonar.
Mientras leía los textos feministas, me acordaba de la oración: «Dios, dame serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que puedo y sabiduría para conocer la diferencia». Me parece que las feministas carecen de esa necesaria sabiduría. Se enfurecen por cosas que no se pueden cambiar (como la naturaleza humana) y aceptan cosas que se pueden cambiar (como su actitud hacia las ofensas pasadas).
En todo esto no pude ver nada que fuera liberador para las mujeres, pero sí mucho que las limita psicológicamente. Con gusto me habría unido a ellas para eliminar abusos reales y mejorar la vida de las mujeres normales, pero la idea de cambio positivo de las feministas militantes era destruir la familia, promover la liberación sexual y defender el aborto libre.
Se debería juzgar a las ideologías de manera objetiva, pero al estudiar el feminismo y la agenda de género es difícil apartar la sospecha de que todo el asunto se trata de una racionalización de mujeres dañadas para justificar su ira, rencor y comportamiento autodestructivo. Sus abortos, promiscuidad sexual, rechazo de la maternidad y lesbianismo parecen más el resultado de un trauma infantil que una valiente liberación personal. A veces es más fácil culpar a estructuras opresivas y exigir que cambie el mundo que admitir la responsabilidad del propio comportamiento autodestructivo.

La historia de Gloria
Puede sentir compasión por el sufrimiento real que, sin duda, [Gloria] Steinem y otras feministas han experimentado, pero eso no me obliga a aceptar sus teorías o planes. No se puede permitir que las feministas destruyan todas las familias y todos los matrimonios porque tengan miedo del matrimonio y la maternidad.
No todas las que se sienten atraídas hacia el feminismo han tenido infancias difíciles. A veces, las feministas me recuerdan a niñas que se quedan fuera de la cabaña que los niños tienen en el árbol. Cuando de niñas se les prohibió entrar, algunas tomaron en sus corazones infantiles la determinación de que algún día conseguirían entrar por la fuerza. Otras tomaron la determinación de que, de mayores, cortarían el árbol; si ellas no podían jugar, nadie podría. Y aún otras decidieron que nadie les volvería a llamar niñas. Tengo que reconocer que me ahorré esa envidia, pues cuando era joven convencí a los chicos para que me dejaran entrar en su cabaña y descubrí que allí no pasaba nada especialmente emocionante.

Historias desequilibradas
Al leer los textos feministas, es fácil enfurecerse ante el catálogo de abusos, pero cualquiera con un poco de conocimiento histórico puede reconocer que esas letanías de abuso son solo un lado de la historia. Por cada víctima que mencionan las feministas, hay una heroína que ignoran, o peor, la convierten en víctima. Por ejemplo, las feministas se quejan rutinariamente de cómo oprimían a las mujeres los patriarcales puritanos, pero esas mismas feministas se olvidan de mencionar a las heroicas mujeres puritanas que fueron famosas en su día, como Anne Bradstreet, que fue el primer poeta estadounidense en ser publicado, hombre o mujer.
Las teólogas feministas insisten en que la Biblia eliminó las historias de las mujeres, pero fácilmente se pueden encontrar muchas mujeres heroicas en las Escrituras, incluidas Jael, que mató al enemigo de su pueblo clavándole una estaca en las sienes, y Judit, que decapitó a Holofernes con dos golpes de su propia espada, y así tuvo su propio libro en la Biblia.
Encontré tantos errores y tergiversaciones en los escritos feministas que podría pasarme toda una vida aportando la documentación para corregirlos. Cuanto más leía, más errores encontraba. Si había tantos errores en lo que conocía, solo pude concluir que aquello con lo que no estaba familiarizada probablemente tendría los mismos defectos.

Del Cairo a Beijing
El feminismo solo es uno de los muchos asuntos que dividen a las partes en las guerras culturales. En estas guerras puede cambiar el escenario, pero no los asuntos. Los temas sexuales y sobre la vida dominaron los debates en el Cairo [Conferencia Internacional sobre la Población y Desarrollo de la ONU, 1994] al igual que están presentes en los encuentros de las juntas escolares, a la puerta de las clínicas abortivas y en las salas del Congreso. Personalmente, la ruta del Cairo me condujo a Beijing y a la cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de la ONU [1995].
Lo que sucedió en el Cairo y en Beijing importa porque la guerra cultural es una batalla de ideas, y la ONU tiene los recursos y el prestigio para promover su agenda entre los líderes del mundo, los estudiantes y los medios de comunicación.
En este momento, la ONU emplea sus recursos y prestigio en promover la perspectiva de género, y quienes apoyan esta agenda de género esperan más debate. Han pedido que se implementen y financien los planes desarrollados en el Cairo y en Beijing. La Plataforma de Acción de Beijing pidió a los gobiernos que «generalicen una perspectiva de género» en todos los programas y políticas de todas las instituciones públicas y privadas.
Quienes deseen buscar entre los documentos de la ONU pueden encontrar una definición de la perspectiva de género y sus metas, pero en español sencillo significa que las diferencias evidentes entre los hombres y las mujeres no son naturales, sino que son construidas y que se pueden y deberían cambiar.
¿Es esta perspectiva de género una verdad evidente que se debería imponer a todas las personas del mundo sin debate o discusión? ¿Cuál es la relación entre la perspectiva de género y el hecho de que quienes la proponen tengan una aversión extrema hacia palabras como madre, padre, marido y mujer? ¿Por qué los defensores de la agenda de género se refieren al matrimonio y a la familia en términos negativos? ¿Por qué un documento de la ONU sobre las mujeres no dice casi nada positivo sobre las mujeres que son madres a tiempo completo? ¿Por qué la ONU ya no promueve la perspectiva de la mujer?
Las fuerzas que se esconden detrás de la cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de la ONU creen que su perspectiva de género es una verdad evidente. Aun antes de la conferencia de Beijing, ya estaban ocupadas aplicando sus planes de «generalizar la perspectiva de género» en todos los centros educativos, todos los negocios, todas las familias, todos los programas públicos y privados, a todos los niveles, en todos los países. Dado el poder de estas fuerzas, la velocidad con que se está implementando y lo que está en juego, la agenda de género exige, como mínimo, que se vigile de cerca.

Nombrar a los participantes
Hacer la crónica de un conflicto ideológico exige nombrar a los participantes. No se puede hablar de cómo ellos hicieron esto y aquello sin definir quiénes son ellos. Puesto que este conflicto implica a dos grandes y diversas coaliciones y lo que une a cada una de ellas solo es un compromiso general a ciertos principios, sería complicado, sino imposible, enumerar a los miembros de cada coalición. Las líderes de la coalición de grupos que promueven la agenda de género se llaman feministas a sí mismas, pero la promoción de la agenda de género no se limita a las mujeres ni a quienes su mayor preocupación es el feminismo. Varios grupos con intereses relacionados y superpuestos, pero no obstante distinguibles, apoyan la agenda de género:

1) controladores de población
2) libertarios sexuales
(Wilhelm Reich)
3) activistas homosexuales
4) multiculturalistas/promotores de la corrección política
(Escuela de Frankfurt, marxismo cultural, el País, Webislam)
5) ecologistas extremistas.
Green Peace por ejemplo, de la que ya todos sabemos que es financiada por la petrolera Exxon, del grupo Rockefeller que posee bancos como JP Morgan Chase & Co (Chase Manhattan Bank) o City Bank que, a su vez, poseen participaciones en grandes petroleras internacionales. (http://www.libertaddigital.com/economia/la-familia-rockefeller-accionistas-de-exxon-financia-a-greenpeace-1276391972/)
6 )neo-marxistas/progres
seguidores de los postulados de Gramsci, devotos enemigos de la religión.
7) posmodernistas/deconstructivistas
(nuevamente la escuela de Frankfurt: Hockenheimer, Marcuse...)
La agenda de género también la apoyan grandes Gobiernos liberales y ciertas corporaciones multinacionales.
El eje anglo-estadounidense, Australia, todas las grandes multinacionales.

El término feministas de género parece de lo más adecuado para referirse a una colación de grupos de interés que promueven la agenda de género, dado que se han puesto como meta «generalizar la perspectiva de género» en todos los programas y las políticas en los sectores público y privado. Parece acertado decir que tienen interés en establecer el género como la fuerza de gobierno del mundo. A veces parecería más correcto hablar del sistema del género, puesto que no son activistas de base o mujeres normales las que promueven la perspectiva de género, sino personas que se han instalado en varios centros de poder y que utilizan sus influencias para avanzar esta agenda.

La política exige generalmente que se llame a las personas por el nombre que ellas han elegido. En el caso de las feministas, sin embargo, esto presenta dificultades, ya que mujeres con filosofías radicalmente diferentes se llaman feministas a sí mismas. Las feministas de género no utilizan ese nombre, sino que se llaman feministas y fingen representar a todas las mujeres. Además, existen otras formas de feminismo anteriores al feminismo de género que siguen teniendo influencia.

Christina Hoff Sommers distingue entre feminismo antiguo, general o de igualdad (más o menos equivalente al feminismo liberal) y feminismo nuevo, resentido (enfadado con los hombres) o de género.

¿Cómo llamar a quienes se oponen al feminismo militante?
Aunque muchos estadounidenses son políticamente disléxicos, los términos izquierda y derecha siguen siendo útiles. En las guerras culturales, la izquierda apoya generalmente la liberación sexual, el entretenimiento explícitamente sexual, el aborto libre, la causa homosexual, la educación contraceptiva, las cuotas y la discriminación positiva, mientras que la derecha apoya el matrimonio, la familia, la vida, la castidad y la igualdad de oportunidades.
Los feministas etiquetan a sus oponentes como fundamentalistas, la derecha religiosa o extremistas de derecha, dando a entender que representan un punto de vista estrecho, limitado y sectario que no tiene lugar en la esfera pública. Sin embargo, los oponentes de la agenda de género no están unidos por una religión común, sino por el compromiso con la familia y la creencia en la naturaleza humana; piensan en sí mismos como pro familia.
Las feministas insisten en que ellas también apoyan a la familia, pero redefinen familia para que se pueda referir a dos compañeros de cuarto y a su perro. Por otra parte, la mayoría de los activistas pro familia apoyarían esta definición:
En todas las épocas y lugares del mundo, familia se puede definir como un hombre y una mujer unidos mediante un pacto matrimonial socialmente aprobado para regular la sexualidad, engendrar, criar y proteger niños, proporcionar cuidado y protección mutua, crear una pequeña economía doméstica y mantener la continuidad entre las generaciones, las que vinieron antes y las que vendrán después. Otras comunidades más grandes como las tribus, las aldeas, los pueblos y las naciones crecen a partir de las relaciones recíprocas y naturalmente reproducidas por la familia.

Allan Carlson, «What’s Wrong With the United Nations’ Definition of “Family”?» [¿Qué tiene de malo la definición de familia de la ONU?], The Family in America [La familia en Estados Unidos], agosto de 1994, p. 3.
Quienes están a favor de la familia son claros en su apoyo de la igualdad de derechos para las mujeres. Creen que todos los hombres han sido creados iguales y dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables; no dudan en que todos los hombres se refiere igualmente a los hombres y a las mujeres.
Quienes están a favor de la familia también han sido acusados injustamente de odiar a los que no están de acuerdo con ellos, a las mujeres que abortan y a los hombres y mujeres que tienen relaciones homosexuales u otras formas de comportamiento autodestructivo. De hecho, los defensores de la familia se preocupan profundamente por estas personas en cuanto individuos y se preocupan por su salud y bienestar, pero también se preocupan por la sociedad y las personas inocentes que serán dañadas si se promueven políticas peligrosas.
Muchas mujeres creen que el feminismo es tan destructivo y contrario a los verdaderos intereses de las mujeres que se oponen a él de manera activa. Las mujeres que están a favor de las mujeres y en contra del feminismo también creen con pasión en la igualdad de las mujeres. Estas mujeres no dudan de que son iguales a los hombres en cuanto personas, aunque algunas estarían de acuerdo con mi madre, que gustaba decir que no quería igualdad con los hombres porque no tenía intención de ir a menos. Estas mujeres no quieren un lenguaje inclusivo. Prefieren mujer a esposa. Llaman Padre a Di-s, y creen que hijos de Di-s se refiere tanto a ellas como a sus hermanos.
Estar a favor de las mujeres y en contra de las feministas no significa ignorar los problemas que enfrentan las mujeres en sus vidas diarias, ciertamente tampoco significa excusar el abuso, la violencia, la explotación o la discriminación injusta contra las mujeres o cualquier otra persona, sino creer que la revolución feminista no solo no resolverá los problemas de las mujeres normales, sino que los agravará.

La ONU
Algunas personas han preguntado por qué me he tomado la molestia de escribir sobre las Naciones Unidas. ¿No son irrelevantes? A lo que respondo: No es un libro sobre la ONU, es un libro sobre la agenda de género, la redefinición de la igualdad y la guerra contra la maternidad. Podría haber escrito cómo se promueve la agenda de género en las universidades, en las escuelas públicas, en el Gobierno, en los medios de comunicación o incluso en los negocios, pero la Conferencia sobre la Mujer de la ONU supuso una oportunidad única de ver toda la agenda de género en un solo lugar.
Algunos podrían pensar que este libro respalda el argumento de que se debería abolir la ONU o al menos echarla de Estados Unidos. Aunque puedo comprender ese sentimiento, mis experiencias personales en el Cairo y en Beijing me hicieron darme cuenta de que la ONU tiene mucho que ofrecer como un lugar donde los pueblos del mundo se puedan reunir y aprender a comprenderse los unos a los otros. Tenemos el deber de preocuparnos por las necesidades de los demás y por cómo afectan nuestras políticas a quienes viven en otros países. Desafortunadamente, la ONU ha sido secuestrada por ideologías peligrosas que utilizan su poder e influencia para adelantar sus peligrosos planes.
La ONU no debería intentar convertirse en un Gobierno internacional o, peor, en una burocracia internacional, sino en un lugar para que se reúnan las naciones soberanas, en el que se puedan escuchar las voces de los pequeños, de los pobres y de los que no tienen poder.
Lo que sucedió en Beijing importa, porque lo que se planeó en Beijing llegará a todas las ciudades, a todos los centros educativos y a todos los negocios (si no lo ha hecho ya), a no ser que se denuncie y nos opongamos a ello.

Fuente: Dale O’Leary, resumen del capítulo «Feminism and Gender» [Feminismo y género] en The Gender Agenda: Redefining Equality [La agenda de género: redefinir la igualdad], Lafayette, LA: Vital Issues Press, 1997, pp. 11-26, tr. M. Valdés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario